Andar en bicicleta o caminar… así cambió COVID-19 el transporte en las ciudades

por | 12 agosto 2021

Nairobi, 12 de agosto de 2021 (ONU-Habitat) — El COVID-19 hizo que la movilidad urbana cambiara. La demanda de viajes se redujo en respuesta directa a los cierres y al trabajo remoto.

Al mismo tiempo, se observó un impulso sin precedentes para los viajes no motorizados, como andar en bicicleta y caminar, mientras que el uso del transporte público, ahora asociado con la amenaza potencial de contagio, se desplomó.

Algunas ciudades han empezado a percibir una reducción dramática de los ingresos por los servicios de transporte público que podrían hacer que los presupuestos de transporte de la ciudad tengan dificultades en los próximos años.

Sin embargo, aun se necesitan más investigaciones para conocer completamente el verdadero riesgo de que el transporte público contribuya a la propagación de una pandemia.

Actualmente hay estudios iniciales que sugieren que, en las condiciones adecuadas, el transporte público sigue siendo uno de los medios más seguros y esenciales para moverse por las ciudades.

Al comprender el papel integral que desempeña el transporte público, por ejemplo, al permitir que los trabajadores se muevan fácilmente entre su hogar y el lugar de trabajo, las ciudades deben elevar los estándares de higiene para abordar el riesgo de infección asociado con el transporte público.

Con las medidas adecuadas, el transporte público se puede utilizar de forma segura durante una pandemia. Sin embargo, los gobiernos de las ciudades deberán realizar esfuerzos para comunicar las medidas adecuadas para tranquilizar a los usuarios y restaurar la confianza en el transporte público.

Conforme se levantan las prohibiciones y se restaura el movimiento, se tiene evidencia considerable de que un gran número de personas están prefiriendo el vehículo particular para moverse.

Caminar y andar en bicicleta han demostrado ser alternativas bienvenidas para muchos habitantes urbanos durante la pandemia.

Un cambio significativo fue la proliferación del transporte no motorizado, provocada tanto por las regulaciones públicas como por las respuestas individuales.

En un contexto en el que el distanciamiento social era fundamental, la bicicleta ofrecía la posibilidad de un transporte urbano seguro debido a la separación natural que proporciona entre los usuarios. Estos modos también cobraron más importancia en algunas ciudades, ya que se restringió o desalentó el uso de vehículos motorizados privados.

La evidencia inicial también sugiere que las mejoras en la infraestructura de transporte no motorizado pueden reducir las tasas de infección.

Las ciudades transforman su infraestructura para caminar y andar en bicicleta en respuesta al COVID-19

En respuesta a la pandemia, la ciudad de Montreal respondió con la creación de “Líneas seguras activas”, una red de corredores de transporte accesibles para peatones y ciclistas que representaron 112 kilómetros adicionales de ciclovías y rutas peatonales.

En Bogotá, Colombia se buscó una alternativa creativa a los trenes y autobuses en respuesta a la pandemia, con el desarrollo de 84 kilómetros de ciclovías temporales a principios de 2020 para sumar la extensa red de Ciclovía de la ciudad.

En Milán, Italia, el centro de la ciudad se remodelará parcialmente para asignar unos 35 kilómetros de espacio vial a ciclistas y peatones, con límites de velocidad reducidos para los vehículos de motor para garantizar su seguridad.

En Bruselas, Bélgica, todo el núcleo de la ciudad se transformó en una zona prioritaria para ciclistas y peatones.

En París, Francia, los carriles para bicicletas se ampliaron de manera similar y se abrieron varias ciclovías de larga distancia planificadas antes de lo previsto.

De realizarse estos cambios de forma permanente a favor de los viajes no motorizados podrían tenerse beneficios multifacéticos y generalizados.

De igual forma, mantener el cambio hacia el transporte no motorizado tiene el potencial de contribuir a estilos de vida activos que mejoren la salud personal y reduzcan las emisiones de CO2. 

Además, las mejoras en las aceras, ciclovías y otras infraestructuras pueden aumentar la seguridad vial al reducir los conflictos entre diferentes modos de transporte, como el frecuente entre coches contra bicicletas.