Carta enviada hoy por el Secretario General a los miembros del G-20 en el contexto de la convocación a una cumbre virtual de emergencia para responder a los catastróficos desafíos que plantea la pandemia COVID-19.
23 de marzo de 2020
Excelencias,
Celebro la decisión tomada por los dirigentes del Grupo de los Veinte (G-20) de convocar una cumbre virtual de emergencia para responder a los catastróficos desafíos que plantea la pandemia COVID-19. A medida que la crisis sanitaria mundial propaga el sufrimiento humano y trastorna la economía mundial, el mundo espera con interés la adopción de medidas concertadas y decisivas por parte de los dirigentes mundiales.
Se trata sobre todo de una crisis humana, con amenazas multifacéticas. Incluso en los países más ricos, vemos los sistemas de salud tambalearse bajo presión. En todo el mundo, las repercusiones socioeconómicas de la pandemia ya son tangibles: las escuelas están cerrando; las desigualdades ya omnipresentes se están profundizando; muchos países son incapaces de responder a las enormes necesidades de los ancianos; y las mujeres, que representan el 70% de los trabajadores de la salud, se ven afectadas de manera desproporcionada.
Se prevé una recesión. La cuestión es: cuánto tiempo durará y cuánto daño causará a las capacidades productivas de nuestras economías y a los medios de vida de nuestros ciudadanos.
COVID-19 requerirá una respuesta sin precedentes – un plan de «tiempos de guerra» en tiempos de crisis humana. Los dirigentes del G-20 tienen la extraordinaria oportunidad de dar un paso adelante con un conjunto sólido de medidas de respuesta para hacer frente a las diversas amenazas del COVID-19. Esto demostraría la solidaridad con los pueblos del mundo, especialmente los más vulnerables.
Permítanme compartir con ustedes 3 áreas críticas para el debate y la toma de decisiones en la próxima reunión del G-20:
Primero – coordinación y cooperación para suprimir el virus
Nuestra primera prioridad es hacer frente a la pandemia en todas partes, para estar seguros en cualquier lugar. Debe quedar claro que nuestra estrategia es una supresión coordinada del virus.
Hago un llamado a los líderes del G-20 para que establezcan un mecanismo de respuesta articulado, guiado por la Organización Mundial de la Salud, para lograr juntos la supresión.
Dicho mecanismo fortalecería la respuesta mundial y reforzaría las capacidades de los países para detener la transmisión: probar, rastrear, poner en cuarentena, tratar a los enfermos y coordinar medidas para restringir el movimiento y el contacto. También ayudaría a mejorar la colaboración científica en la búsqueda de una vacuna y un tratamiento terapéutico.
También vemos la necesidad de un esfuerzo global continuo para determinar mejor las necesidades emergentes de equipo médico y de protección, aumentar y ayudar a adquirir suministros críticos y establecer transporte y suministro adicionales para combatir el virus a través de todas las fronteras. Las Naciones Unidas están dispuestas a apoyar la facilitación de este esfuerzo, aprovechando la experiencia para combatir el Ébola.
Nuestra red de suministro global está completamente a su disposición.
Recordemos que somos tan fuertes como el sistema de salud más débil de nuestro mundo interconectado.
Para ello debemos crear las condiciones y movilizar los recursos necesarios para asegurar que los países en vías de desarrollo tengan las mismas oportunidades de responder a esta crisis en sus comunidades y economías. Cualquier cosa que no sea este compromiso llevaría a una pandemia de proporciones apocalípticas que nos afectaría a todos.
Insto a los dirigentes del Grupo de los 20 a que se comprometan a prohibir los aranceles, las cuotas o las medidas no arancelarias y a eliminar las restricciones al comercio transfronterizo que afectan al despliegue de equipo médico, medicamentos y otros bienes esenciales para luchar contra la epidemia.
Y aliento a que se renuncie a las sanciones impuestas a los países para garantizar el acceso a los alimentos, los suministros sanitarios esenciales y el apoyo médico del COVID-19.
Este es el momento de la solidaridad, no de la exclusión.
Segundo – debemos minimizar el impacto social y económico del COVID-19 para todos y estimular una recuperación más rápida en todas partes
Para finales de este año, el costo de esta pandemia se medirá probablemente en billones de dólares. La respuesta de los líderes del G-20 debe ser decisiva y proporcionada. Debe inyectar recursos masivos en las economías, alcanzando puntos porcentuales de dos dígitos en el producto interno bruto mundial.
Debemos reconocer que las normas económicas y los instrumentos de política de «seguir como hasta ahora» ya no aplican. Estos son tiempos sin precedentes.
A diferencia de 2008, no se trata de una crisis bancaria. Si bien debe garantizarse la liquidez del sistema financiero, debemos centrarnos en las personas: las familias, los trabajadores con salarios bajos, las pequeñas y medianas empresas y el sector informal.
Los países desarrollados ya han adoptado importantes medidas en este sentido.
Esto debe ampliarse.
Pero no es suficiente. Insto a los dirigentes del G-20 a que consideren la posibilidad de poner en marcha urgentemente un conjunto de medidas de estímulo coordinadas y a gran escala, con un valor de billones de dólares, que tenga como objetivo el suministro directo de recursos a las empresas, los trabajadores y los hogares de los países que no puedan hacerlo por sí solos. Ello incluiría la ampliación de las medidas de transferencia de efectivo, la protección social, la reducción de impuestos, el estímulo fiscal, los bajos tipos de interés, el acceso al crédito, los seguros y los planes de apoyo a los salarios.
Y estas políticas expansivas deben ir acompañadas de un claro repudio del proteccionismo. Esto es posible con su compromiso y acción colectiva.
El G-20 puede ayudar a proporcionar un alivio inmediato de la liquidez al sector privado y financiero del mundo en desarrollo en forma de créditos comerciales, líneas de liquidez y planes de garantía.
En colaboración con las instituciones financieras internacionales, el G-20 puede ayudar a aumentar considerablemente el acceso de los países en desarrollo a la financiación en condiciones favorables.
En la actualidad, los recursos de que dispone el Fondo Monetario Internacional (FMI) son insuficientes para hacer frente a esta crisis de proporciones sin precedentes. Debemos aumentarlos constantemente, en particular aprovechando los derechos especiales de giro para inyectar rápidamente recursos en los países. La reestructuración de la deuda también debe convertirse en una prioridad, incluida la exención inmediata del pago de intereses para 2020. El apoyo financiero al Fondo Fiduciario de contención y socorro en casos de catástrofe del FMI es otro ámbito fundamental para ayudar a los países más pobres con el alivio inmediato de la deuda.
Una mayor coordinación entre los principales bancos centrales podría contribuir a facilitar las líneas de canje y a proporcionar liquidez al sistema financiero, especialmente en las economías emergentes y los países en desarrollo. El costo de las remesas, que es un salvavidas en el mundo en desarrollo, debería acercarse lo más posible a cero.
El miércoles 25 de marzo de 2020 haré un llamamiento humanitario centrado principalmente en cuarenta de los países más vulnerables, en los que el impacto del COVID-19 en la población será especialmente grave. Sin este apoyo crítico a los países en que los sistemas de salud son más incapaces de hacer frente a la amenaza, me temo que el virus puede afianzarse profundamente.
Insto a los dirigentes del Grupo de los 20 a que contribuyan generosamente a este llamado.
En tercer lugar, debemos reafirmar nuestra responsabilidad común de «recuperarnos mejor», con modelos de desarrollo más inclusivos y sostenibles
La crisis actual es un duro recordatorio del destino común de la humanidad y de la necesidad de inversiones iniciales para reducir los riesgos catastróficos de la pandemia. También proporciona un momento decisivo para la inversión en servicios públicos críticos y bienes públicos mundiales. La crisis financiera de 2008 demostró que los países con sistemas de protección social sólidos eran los que menos sufrían y los que se recuperaban más rápidamente de sus efectos.
El mundo ha acordado un marco de acción -el Programa de Desarrollo Sostenible de 2030 y el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático- y siguen ofreciendo una luz de guía para las personas y el planeta. Debemos asegurarnos de que la estrategia de recuperación de esta crisis nos mantenga en el camino hacia estos objetivos a largo plazo, construyendo una economía sostenible e inclusiva.
La próxima reunión extraordinaria permite a los dirigentes del G-20 dar un paso decisivo en nuestra batalla contra COVID-19 y restablecer la confianza en las instituciones públicas y la esperanza de un futuro mejor de forma solidaria.
Estoy convencido de que sólo la coordinación internacional puede evitar el peor de los escenarios. Ahora más que nunca se necesita un mensaje unificado de acción concertada de los líderes del G-20.
Las Naciones Unidas -con su red mundial de oficinas locales y asociados- están dispuestas a trabajar con el G-20 en apoyo de todos los países.
Juntos podemos asegurar que la economía mundial y las personas a las que servimos salgan fortalecidas de esta crisis.
Espero con interés un ambicioso conjunto de compromisos concretos en la próxima reunión virtual del G-20. Aprovecho la oportunidad para reiterar a Sus Excelencias las seguridades de mi consideración más distinguida.