Necesitamos reinventar las economías y crear un nuevo contrato social, dice Guterres en la Asamblea General

por | 22 septiembre 2020

Discurso del Secretario General ante la Asamblea General

“Quienes construyeron las Naciones Unidas hace 75 años vivieron una pandemia, una depresión global, un genocidio y una guerra mundial. Conocían el costo de la discordia y el valor de la unidad”, dijo el  Secretario General de la ONU al inaugurar el debate de la Asamblea General.

En el año en el que las Naciones Unidas celebran su 75º aniversario, António Guterres estableció un paralelismo entre la complicada situación mundial que sirvió para levantar los cimientos de la Organización, con las dificultades actuales que atraviesa el planeta por la pandemia del coronavirus.

El líder de la ONU pidió a los países reinventar las economías y las sociedades y crear un nuevo contrato social.

“Excelencias: 

       En un mundo que parece vuelto del revés, este Salón de la Asamblea General es uno de los lugares más extraños de todos. 

       La pandemia de COVID-19 ha cambiado nuestra reunión anual hasta hacerla irreconocible. 

       Sin embargo, también ha hecho que sea más importante que nunca. 

       En enero me dirigí a la Asamblea General y señalé a “cuatro jinetes” entre nosotros, cuatro amenazas que ponen en peligro nuestro futuro común. 

       En primer lugar, las tensiones geoestratégicas globales más intensas que hayamos presenciado en años. 

       En segundo lugar, una crisis climática existencial. 

       En tercer lugar, una profunda y creciente desconfianza mundial. 

       Y en cuarto lugar, el lado oscuro del mundo digital. 

       Pero había un quinto jinete al acecho en las tinieblas. 

       Desde enero, la pandemia de COVID-19 ha galopado por todo el mundo, uniéndose a los otros cuatro jinetes y aumentando la furia de cada uno de ellos. 

       Y cada día que pasa, el trágico balance de víctimas aumenta, las familias lloran, las sociedades se tambalean y los pilares de nuestro mundo retiemblan en sus ya endebles cimientos. 

       Nos enfrentamos simultáneamente a una crisis sanitaria que hace época, a la mayor calamidad económica y pérdida de empleo desde la Gran Depresión y a nuevas y peligrosas amenazas para los derechos humanos. 

       La COVID-19 ha puesto en evidencia las fragilidades del mundo. 

       Desigualdades en aumento. Catástrofe climática. Divisiones sociales cada vez más profundas. Corrupción desenfrenada. 

       La pandemia se ha aprovechado de estas injusticias, se ha cebado en los más vulnerables y ha hecho desvanecerse de un soplo el progreso de décadas. 

       Por primera vez en 30 años, la pobreza está aumentando. 

       Los indicadores de desarrollo humano van a la baja. 

       Estamos desviándonos a toda velocidad de la senda de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. 

       Entretanto, los esfuerzos de no proliferación de las armas nucleares van decayendo, y no estamos actuando en esferas de peligro emergente, en particular en el ciberespacio. 

       La gente está sufriendo. 

       Nuestro planeta se está quemando. 

       Nuestro mundo está luchando, estresado y sediento de liderazgo y acción verdaderos. 

Excelencias: 

       Afrontamos un momento fundamental. 

       Quienes construyeron las Naciones Unidas hace 75 años habían vivido una pandemia, una depresión a nivel planetario, un genocidio y una guerra mundial. 

       Conocían el costo de la discordia y el valor de la unidad. 

       Crearon una respuesta visionaria, encarnada en nuestra Carta fundacional, cuyo centro eran las personas. 

       Hoy estamos frente a nuestro propio 1945. 

       La pandemia es una crisis como ninguna otra que hayamos visto. 

       Pero también es el tipo de crisis que veremos producirse en diferentes formas una y otra vez. 

       La COVID-19 no es solo una llamada de advertencia: es un ensayo general para el mundo de desafíos que está por venir. 

       Debemos avanzar con humildad, reconociendo que un virus microscópico ha puesto de rodillas al mundo. 

       Debemos estar unidos. Como hemos visto, cuando cada país va en su propia dirección, el virus va en todas las direcciones. 

       Debemos actuar en solidaridad. Se ha prestado muy poca asistencia a los países con menor capacidad para hacer frente al desafío. 

       Y debemos guiarnos por la ciencia y aferrarnos a la realidad. 

       El populismo y el nacionalismo han fracasado; usados como enfoques para contener el virus, muchas veces han llevado a un empeoramiento palpable. 

       Con demasiada frecuencia, también ha habido una desconexión entre liderazgo y poder. 

       Vemos ejemplos notables de liderazgo, pero no suelen estar asociados con el poder. 

       Y el poder no siempre lleva asociado el liderazgo necesario. 

       En un mundo interconectado, es hora de reconocer una sencilla verdad: la solidaridad es el interés propio. 

       Si no logramos comprender ese hecho, todo el mundo saldrá perdiendo. 

Excelencias: 

       Cuando la pandemia se fue afianzando, pedí un alto el fuego global. 

       Hoy hago un llamamiento a un nuevo esfuerzo de la comunidad internacional para que el alto el fuego se haga realidad antes de que termine el año. 

       Tenemos exactamente 100 días. 

       Durante una pandemia, los conflictos solo tienen un vencedor: el propio virus. 

       Mi llamamiento inicial fue respaldado por 180 Estados Miembros, junto con líderes religiosos, asociados regionales, redes de la sociedad civil y otras instancias. 

       También respondieron varios movimientos armados, desde el Camerún hasta Colombia, pasando por Filipinas y más lugares, incluso si en varios casos el alto el fuego que anunciaron no llegó a cumplirse. 

       Enormes obstáculos se interponen en el camino: una profunda desconfianza, la presencia de elementos perturbadores y el peso de muchos años de enconada lucha. 

       Pese a ello, tenemos motivos de esperanza. 

      • Un nuevo acuerdo de paz en la República del Sudán entre el Gobierno y los movimientos armados marca el comienzo de una nueva era, en particular para quienes viven en Darfur, Kordofán del Sur y el Nilo Azul. 

      • En el Afganistán, el inicio de las Negociaciones de Paz del Afganistán supone un hito tras años de esfuerzo. El modo de alcanzar un alto el fuego permanente y completo estará en la agenda de las negociaciones. Un proceso de paz inclusivo, en que las mujeres, la juventud y las víctimas del conflicto estén representadas de manera significativa, ofrece la mayor esperanza de una solución sostenible. 

       En varios casos hemos visto nuevas situaciones de alto el fuego que se mantienen mejor que en el pasado, o, en su ausencia, una estancación de los combates. 

      • En Siria, el alto el fuego en Idlib permanece en gran parte intacto. Después de más de nueve años de conflicto y de sufrimiento colosal, renuevo mi llamamiento para que cesen las hostilidades en todo el país mientras trabajamos para celebrar la próxima ronda del Comité Constitucional. 

      • En Oriente Medio, en un período de relativa calma en Gaza y en que la anexión de partes de la Ribera Occidental ocupada se ha dejado de lado al menos por el momento, insto a los dirigentes israelíes y palestinos a que vuelvan a entablar negociaciones significativas que permitan alcanzar una solución biestatal de conformidad con las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, el derecho internacional y los acuerdos bilaterales. 

      • En Libia, los combates han disminuido, pero la acumulación masiva de mercenarios y armas, en flagrante violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad, demuestra que el riesgo de que se reanude la confrontación sigue siendo alto. Debemos trabajar todos juntos para lograr un acuerdo de alto el fuego efectivo y la reanudación de las conversaciones políticas en Libia. 

      • En Ucrania, el régimen de alto del fuego más reciente sigue en vigor, pero será primordial avanzar en las cuestiones políticas y de seguridad pendientes en el marco del Grupo de Contacto Trilateral y el formato de los Cuatro de Normandía para aplicar los acuerdos de Minsk. 

      • En la República Centroafricana, el trato de paz del año pasado contribuyó a reducir considerablemente la violencia. Bajo los auspicios de nuestra misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, y con el respaldo de la comunidad internacional, se está llevando a cabo el diálogo nacional para apoyar las próximas elecciones y la aplicación continuada del acuerdo de paz. 

      • Y en Sudán del Sur hemos visto un preocupante aumento de la violencia intercomunitaria, pero el alto el fuego entre las dos partes del conflicto se ha mantenido en su mayor parte, con el apoyo que ha prestado nuestra misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas a las labores de vigilancia y la aplicación del acuerdo de paz. 

       Ahora, incluso allí donde haya un conflicto encarnizado, no abandonaremos la búsqueda de la paz. 

      • En el Yemen, estamos plenamente resueltos a acercar a las partes para alcanzar un acuerdo sobre la Declaración Conjunta que comprenda un alto el fuego en todo el país, la adopción de medidas económicas y humanitarias de fomento de la confianza y la reanudación del proceso político. 

Excelencias: 

       En las zonas en que los grupos terroristas son especialmente activos, los obstáculos a la paz serán mucho más difíciles de superar. 

       En la región del Sahel y del lago Chad, vemos cómo se superponen las repercusiones sanitarias, socioeconómicas, políticas y humanitarias de la pandemia. 

       Me preocupa en especial que los grupos terroristas y extremistas violentos saquen partido de la pandemia. 

       Además, no debemos olvidar el dramático costo humanitario de la guerra. 

       En muchos lugares, la pandemia, aparejada con los conflictos y las disrupciones, está asestando golpes demoledores a la seguridad alimentaria. 

       Millones de personas en el nordeste de Nigeria, la República Democrática del Congo, Sudán del Sur y el Yemen corren el riesgo de sufrir hambrunas. 

       Ahora es el momento de lograr un nuevo impulso colectivo para la paz y la reconciliación. 

       En estas condiciones, hago un llamamiento a un esfuerzo internacional redoblado, liderado por el Consejo de Seguridad, para lograr un alto el fuego mundial antes de fin de año. 

       Tenemos 100 días y como he dicho, el tiempo apremia. 

       El mundo necesita un alto el fuego global para detener todos los conflictos “calientes”. Al mismo tiempo, debemos hacer todo lo posible por evitar una nueva Guerra Fría. 

       Estamos yendo en una dirección muy peligrosa. Nuestro mundo no puede permitirse un futuro en que las dos mayores economías creen una Gran Grieta que divida el globo, cada una con sus propias reglas comerciales y financieras y sus propias capacidades de Internet e inteligencia artificial. 

       Una brecha tecnológica y económica corre el riesgo de convertirse inevitablemente en una brecha geoestratégica y militar. Debemos evitar esto a toda costa. 

Excelencias: 

       Ante el reto global de la pandemia, las Naciones Unidas han organizado una respuesta integral. 

       El sistema de las Naciones Unidas, dirigido por la Organización Mundial de la Salud, ha ayudado a los gobiernos, especialmente en el mundo en desarrollo, a salvar vidas y contener la propagación del virus. 

       Nuestras cadenas mundiales de suministro han ayudado a proporcionar equipo de protección personal y otros suministros médicos a más de 130 países. 

       Hemos prestado asistencia vital a los países y personas más vulnerables, incluidos refugiados y desplazados internos, a través de un Plan Mundial de Respuesta Humanitaria. 

       Hemos movilizado a todo el sistema de las Naciones Unidas en modo de emergencia para el desarrollo, hemos activado nuestros equipos de las Naciones Unidas en los países y hemos publicado rápidamente orientaciones de política para apoyar a los gobiernos. 

       La campaña “Verified” está luchando contra la desinformación en línea, un virus tóxico que sacude los fundamentos democráticos de muchos países. 

       Estamos trabajando para promover tratamientos y terapias como bien público mundial, y respaldando los esfuerzos por obtener una vacuna popular disponible y asequible en todas partes. 

       Sin embargo, se informa de que algunos países están haciendo arreglos paralelos para beneficio exclusivo de sus propias poblaciones. 

       Ese “vacunacionalismo” es no solo injusto, sino contraproducente. 

       Ninguno de nosotros estará a salvo hasta que estemos a salvo todos. Todos lo sabemos. 

       Análogamente, las economías no pueden funcionar con una pandemia galopante. 

       Desde el principio, hemos impulsado un paquete de rescate masivo por valor de al menos el 10 % de la economía mundial. 

       Los países desarrollados han brindado un enorme alivio a sus propias sociedades: es un lujo a su alcance. 

       Pero tenemos que asegurarnos de que el mundo en desarrollo no caiga en la ruina financiera, la escalada de la pobreza y las crisis de la deuda. 

       Necesitamos un compromiso colectivo para evitar una espiral descendente. 

       Dentro de una semana, reuniremos a los líderes mundiales para encontrar soluciones en una Reunión sobre la Financiación para el Desarrolloen la Era de la COVID-19 y Después. 

       Y en todo lo que hacemos, nos centramos especialmente en las mujeres y las niñas. 

       Media humanidad está soportando las peores consecuencias sociales y económicas de la COVID-19. 

       Las mujeres están representadas desproporcionadamente en los sectores más afectados por la pérdida de empleos. 

       Son también quienes realizan la mayor parte del trabajo de cuidado no remunerado generado por la pandemia. 

       Y son además quienes tienen menos recursos económicos a los que recurrir, porque sus salarios son más bajos y tienen menos acceso a beneficios. 

       Al mismo tiempo, millones de niñas están perdiendo la oportunidad de recibir una educación y tener un futuro, por el cierre de las escuelas y el alza del matrimonio infantil. 

       A menos que actuemos ahora, la igualdad de género podría retroceder décadas. 

       También debemos erradicar el espantoso aumento de la violencia contra las mujeres y las niñas durante la pandemia, desde la violencia doméstica hasta el abuso sexual, el acoso en línea y el femicidio. 

       Esta es una guerra oculta contra las mujeres. 

       Prevenirla y ponerle fin requiere el mismo compromiso y los mismos recursos que dedicamos a otras formas de guerra. 

Excelencias: 

       Más allá de la respuesta inmediata, los esfuerzos de recuperación deben conducir a un futuro mejor que comienza ahora. 

       La recuperación es nuestra oportunidad de reimaginar las economías y las sociedades. 

       Tenemos con qué guiarnos: la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Agenda 2030 y el Acuerdo de París. 

       La recuperación debe crear resiliencia. 

       Ello requiere un Nuevo Contrato Social a nivel nacional y un Nuevo Acuerdo Mundial a nivel internacional. 

       Un Nuevo Contrato Social entraña construir sociedades inclusivas y sostenibles. 

       La inclusividad implica invertir en la cohesión social y poner fin a todas las formas de exclusión, discriminación y racismo. 

       Implica establecer una nueva generación de protección social, con Cobertura Sanitaria Universal y la posibilidad de un Ingreso Básico Universal. 

       Implica brindar acceso a la educación para todos y aprovechar la tecnología digital, los dos grandes facilitadores e igualadores de nuestro tiempo. 

       Implica regímenes tributarios en los que todas las personas y todas las empresas paguen la contribución que les corresponde. 

       Implica asegurar la centralidad de los derechos humanos en lo que hacemos, de acuerdo con el Llamamiento a la Acción sobre Derechos Humanos que formulé a principios de este año en Ginebra. 

       Implica igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres y las niñas. 

       La pandemia ha demostrado más claramente que nunca la eficacia del liderazgo de las mujeres. 

       Veinticinco años después de Beijing, la generación de niñas de hoy debe poder realizar sus ambiciones y potencial ilimitados. 

Excelencias: 

       Un Nuevo Contrato Social sostenible implica efectuar la transición hacia la energía renovable a fin de lograr emisiones netas cero para 2050. 

       Pido a todos los países que consideren la posibilidad de adoptar seis medidas favorables al clima al rescatar, reconstruir y reajustar sus economías. 

       En primer lugar, debemos aumentar la resiliencia de las sociedades y asegurar una transición justa. 

       En segundo lugar, necesitamos empleos verdes y un crecimiento sostenible. 

       En tercer lugar, los rescates de la industria, la aviación y el transporte marítimo deben condicionarse a que estén alineados con los objetivos del Acuerdo de París. 

       En cuarto lugar, hay que dejar de subsidiar los combustibles fósiles. 

       En quinto lugar, han de tenerse en cuenta los riesgos climáticos de todas las decisiones financieras y políticas. 

       En sexto lugar, tenemos que trabajar juntos, sin dejar a nadie atrás. 

       Pero para reducir verdaderamente las fragilidades y los riesgos, y para resolver más eficazmente los problemas comunes, necesitamos un Nuevo Acuerdo Mundial a nivel internacional. 

       Ese Nuevo Acuerdo Mundial implica asegurar que los sistemas políticos y económicos mundiales provean los bienes públicos mundiales críticos, algo que hoy no ocurre. 

       Tenemos enormes brechas en las estructuras de gobernanza y los marcos éticos. 

       Para cerrar esas brechas, debemos asegurarnos de que el poder, la riqueza y las oportunidades se compartan de manera amplia y justa. 

       Ese Nuevo Acuerdo Mundial debe arraigarse en una globalización justa, basada en los derechos y la dignidad de cada ser humano, en una vida en equilibrio con la naturaleza y en nuestras responsabilidades para con las generaciones futuras. 

       Hemos de integrar los principios del desarrollo sostenible en todas las decisiones, para cambiar los flujos de recursos hacia lo verde, lo sostenible y lo equitativo. 

       Los sistemas financieros mundiales deben moverse en esa dirección. 

       El comercio debe ser libre y justo, sin barreras ni subsidios perversos que inclinen las condiciones en contra de las economías en desarrollo. 

       Y ese Nuevo Acuerdo Mundial debe remediar las injusticias históricas de las estructuras de poder mundiales. 

       Más de siete decenios después, es preciso mejorar las instituciones multilaterales para representar más equitativamente a todos los pueblos del mundo, en lugar de dar un poder desproporcionado a algunos y limitar la voz de otros, sobre todo del mundo en vías de desarrollo. 

           Excelencias, 

No necesitamos nuevas burocracias. 

Necesitamos un sistema multilateral que innove constantemente, beneficie a las personas y proteja nuestro planeta. 

El multilateralismo del siglo XXI debe actuar en red: debe ser capaz de vincular, a través de los diferentes ámbitos sectoriales y áreas geográficas, a las instituciones globales, desde los bancos de desarrollo a las organizaciones regionales, pasando por las distintas alianzas comerciales. 

El multilateralismo del siglo XXI debe ser inclusivo: debe abrir la participación a un círculo mucho más amplio de actores, aprovechando las capacidades de la sociedad civil, las regiones y ciudades, las empresas, las fundaciones y las instituciones académicas y científicas. 

Es así como garantizaremos un multilateralismo efectivo, a la altura de los desafíos del siglo XXI. 

Amigos de todo el mundo: 

       No podemos responder a esta crisis volviendo a lo de antes o refugiándonos en nuestra caparazón nacional. 

       Para superar las fragilidades y los desafíos actuales necesitamos más cooperación internacional, no menos; fortalecer las instituciones multilaterales, no abandonarlas; una mejor gobernanza global, no una caótica ley de la selva. 

       La pandemia ha trastornado el mundo, pero ese trastorno ha creado espacio para algo nuevo. 

       De repente, se están debatiendo ideas que antes se consideraban imposibles. 

       La acción a gran escala ya no parece una tarea tan abrumadora; en apenas meses, miles de millones de personas han cambiado fundamentalmente su forma de trabajar, consumir, moverse e interactuar. 

       Repentinamente, la financiación a gran escala ha demostrado ser posible, pues se han desplegado billones de dólares para rescatar las economías. 

       Al conmemorar el 75º aniversario de las Naciones Unidas, la Asamblea General me ha invitado a informar sobre nuestra agenda común para el futuro. 

       Acojo con beneplácito esta oportunidad de iniciar un proceso colectivo de profunda reflexión. 

       El año que viene presentaré análisis y recomendaciones sobre cómo podemos alcanzar nuestros objetivos comunes. 

       Inspirémonos en los logros que hemos obtenido a lo largo de la historia de las Naciones Unidas. 

       Respondamos afirmativamente a los movimientos en pro de la justicia y la dignidad que vemos en el mundo. 

       Y derrotemos a los cinco jinetes y construyamos el mundo que necesitamos: un mundo pacífico, inclusivo y sostenible. 

       La pandemia nos ha enseñado que nuestras elecciones importan. 

       De cara al futuro, asegurémonos de elegir sabiamente. 

       Muchas gracias.”